miércoles, 4 de diciembre de 2013

Manuel Cabezalí, líder de Havalina, emprende un proyecto en solitario

A los 12 años, Manuel Cabezalí agarró por primera vez una guitarra y el veneno de tocar y de hacer canciones se le metió dentro. Desde entonces ha ido dando pasos en el mundo de la música con paciencia, naturalidad y firmeza, tanto como guitarrista al servicio de otros artistas (Russian Red, Christina Rosenvinge, The Cabriolets o Alex Ferreira) como liderando a Havalina. También en su incipiente andadura como productor, de la que pueden dar buena cuenta Rufus T. Firefly, His Majesty The King, Berlina, Edredón, Pasajero o Autum Comets. Sin embargo, hay algo por lo que había pasado de largo hasta la fecha y que estaba en su trayectoria lógica: arrancar una carrera como solista, utilizando su nombre y dejando a un lado todo el arsenal eléctrico que suele acompañar a sus composiciones. El momento de encarar ese camino ha llegado ahora, aprovechando que su grupo ha bajado su ritmo de trabajo y está disfrutando de un periodo muy dulce tras la publicación de “H” (2012), álbum de contrastes con el que, una vez más, no han parado de recibir alabanzas por sus poderosos directos.

Lo curioso es que en este nuevo proyecto han jugado un papel fundamental las sensaciones que ha tenido tocando una guitarra, como cuando era un crío. En este caso una guitarra española, comprada siguiendo un impulso al pasar por delante del escaparate de una tienda de instrumentos en Madrid. Su sonido, con ese radiante toque a madera que la caracteriza, es un elemento que inunda todos los recovecos de “Pequeño y Plateado” y contagia al resto de instrumentos que suenan en él: percusiones y violonchelo, una aportación Aurora Aroca (de Boat Beam), nada más (?). De entrada, estos detalles pueden llevar a pensar en un disco ensimismado y críptico, obra de un cantautor que divide sus esfuerzos entre la labor de codificar sus sentimientos y la de mostrar su personalidad con las seis cuerdas.
Pero Manuel suena aquí tan rotundo y directo como lo ha hecho siempre al frente de Havalina. Algo lógico teniendo en cuenta que estas doce canciones han sido perfiladas en la misma época y con el mismo aliento que ha llevado al grupo hasta los últimos conciertos de su gira española.

En realidad, lo que va a llamar la atención de alguien que conozca sus pasos previos es el ambiente nocturno e íntimo que las envuelve, algo que lo acerca a la forma de hacer música de Jose González o Mark Kozelek, por citar a dos artistas que él mismo ha nombrado en alguna entrevista. Un aspecto en el que ha tenido mucho que ver el modo de grabarlas y la instrumentación, claro. Sin embargo, los paralelismos terminan ahí porque Manuel tiene una voz y una personalidad propia, como aprecias al detenerte en sus letras, donde parece haber un pulso entre la ternura y los sentimientos más agrios. “Hay humo ahí fuera, pero dentro de mi hay tanta luz...”, canta en “Humo Fuera”, una de las canciones más infecciosas del disco. Se trata de uno de los puntos culminantes de un trabajo sólido y confortable, que está construido con unos mimbres que deberían seducir también al público que nunca se ha interesado por su música hasta ahora. Y que tiene todas las papeletas para crecer y crecer cuando sea trasladado al directo.


 

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